Título

Habilidades socioemocionales en infantes de 4 y 5 años en preescolar de Querétaro

Autor

MARTHA GABRIELA AGUILAR CAPULIN

Nivel de Acceso

Acceso Abierto

Resumen o descripción

Cuando tenía alrededor de 14 años, decidí estudiar psicología, llegué a recibir comentarios acerca de la buena escucha que podía tener hacia otros y que quizá sería buena psicóloga. En esos tiempos, me llamaba la atención el estudio de la mente, saber cómo funciona, conocer más a las personas y saber por qué actúan de tal o cual manera. Tomé varias decisiones erróneas antes de llegar a la elección de estudiar psicología a mis 20 años.

Al ejercer la profesión, me di cuenta del cansancio mental que implica la escucha activa de

otras personas; lo difícil que puede ser dejar en consultorio o el espacio de escucha aquellos

conflictos hablados por pacientes. Llegué a escuchar diversas historias, de diversidad de personas. Historias sobre pérdida de hogares, de familias, de extremidades corporales, hasta la pérdida del interés por vivir; aquellas que sabían que iban a morir quizá pronto, quizá no tanto por un cáncer. Quienes perdieron al bebé tan esperado por negligencia médica; pasando por la adolescente que no quería morir, y que era su noticia reciente. No es fácil escuchar historias, orientar, canalizar y salir como si nada hubieras escuchado. Por eso, decidí “suicidarme intelectualmente” como lo dijo alguna vez un Maestro de la facultad de Psicología de la Universidad Autónoma de Querétaro, refiriendo al hecho de no hacer práctica clínica. O casi suicidarme, ya que cambié de trabajo, me fui a dar clases, algo un poco más “sencillo”, preparas tus temas, impartir las clases y regañar a la población estudiantil por lo que pueden hacer dentro del plantel o quizás hasta fuera de él.

Pero, siendo psicóloga, terminas escuchando. Escuchando historias familiares, amorosas, académicas. Para la mejora de las actividades de las clases, del plantel, de dicha juventud, a veces analizaba sus contextos, y me causaba tristeza el futuro que ellas y ellos mismos querían para sí, el que veía que a mayor probabilidad les esperaba, y el futuro que algunos comenzaban por construirse. El rumbo de mi profesión se dirigió al regreso de la orientación vocacional, y la escucha en el espacio de atención terapéutica. Y las historias surgieron de nuevo, chicas con, al parecer, deseos inconscientes de tener un hijo, por ser la fuga a los problemas de su casa; mujeres y hombres en conflictos de adicciones, chicas con deseos sexuales y temor a decir “ponte el condón”, hijas golpeadas por sus madres y sus padres, hijas tocadas y hasta violadas por familiares cercanos, el chico acosado por el profesor. La maestra cansada de la directora y sus peticiones absurdas, estudiantes manipulados por el prefecto. Jóvenes con ideas de estudiar y poca motivación. Jóvenes con talento, madres y padres que no desearon serlo. Pocas motivaciones, y muchas desmotivaciones alrededor de sus vidas. Programas federales buenos, mal trabajados, poco presupuesto, directivos petulantes que hacen como que les importa el estudiantado, y se presumen en fotos de convenios en otros países, en eventos políticos, que ponen en internet para mostrar el “trabajo” que se hace, aunque no sabemos para quien. Todo esto me hizo pensar en lo olvidados que tenemos a las chicas y los chicos, ellas y ellos me lo reclamaban también, cuando no tenía tiempo suficiente para atenderlos. La atención psicológica individual es una herramienta importante, aunque se vuelve complicada cuando tienes 144 horas para atender 350 estudiantes al semestre, (eso si tuviéramos las 144 para la atención individual, pero debemos descontar las emergencias o los eventos “sociales”). Toda esta larga historia de mi corta experiencia me ha hecho preguntarme, ¿cómo ayudar a estas chicas y chicos? Varias ocasiones lo dijeron en la facultad, no debemos ni podemos resolverles la vida a los demás. Aunque, creo que sí podemos orientar para que resuelvan las distintas situaciones por sí mismos. Cada persona debe tratar de hacerse cargo de su vida. Para esto, hay elementos importantes. El autoconocimiento, que encamina el conocimiento de las emociones, diferenciarlas y respetarlas. Respecto a esto, sí podemos orientar y educar. Lo que algunos han llamado Educación Emocional y de donde se desprenden las habilidades sociales y las habilidades emocionales.

Editor

Universidad de Guanajuato

Fecha de publicación

enero de 2021

Tipo de publicación

Tesis de maestría

Versión de la publicación

Versión publicada

Formato

application/pdf

Idioma

Español

Repositorio Orígen

Repositorio Institucional de la Universidad de Guanajuato

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